En el asfalto nos podemos encontrar con un gran número de elementos que pueden comprometer la estabilidad de nuestro vehículo y, por tanto, nuestra seguridad. Lluvia, nieve o pintura “antideslizante” (de la que finalmente resulta deslizante) son algunos de estos casos, pero podemos verlos a cierta distancia y reaccionar con tiempo. Sin embargo, un caso mucho más peligroso puede ser el del hielo, y es que es extremadamente resbaladizo y nos percatamos prácticamente cuando ya estamos encima de él, si es que nos llegamos a dar cuenta.
Como en toda la temática para mejorar la seguridad al volante, las mejores medidas son la prevención y la precaución. Hoy en día prácticamente todos los turismos nos informan sobre la temperatura del exterior, un termómetro que puede ser un gran aliado para evitar sustos y accidentes causados por el hielo. Además, y dependiendo del modelo de coche, cuando la temperatura es cercana a los 0 grados llama nuestra atención, bien mediante un símbolo simulando un copo de nieve o bien acústicamente.
Por otro lado, debemos saber que las horas del día en las que es más fácil encontrarnos con hielo sobre la calzada son las cercanas al amanecer, tanto las horas anteriores como las posteriores. Una vez ha salido el sol, estas placas de hielo pueden resistir sin derretirse durante varias horas en las zonas de sombra, algo que debemos tener muy en cuenta, ya que podemos circular por una carretera con confianza y, de repente, entrar en una zona de sombría donde nos espera una superficie helada. El hielo en la carretera es prácticamente indetectable a ciencia cierta.
La única forma visual de intuir que nos podemos encontrar con una superficie congelada es por su brillo. En cualquier caso, si pensamos que podemos dirigirnos hacia una placa de hielo, debemos intentar reducir mucho la velocidad y, si es posible, evitar completamente la zona helada. Si por las circunstancias hemos podido reducir nuestra velocidad considerablemente pero no nos queda más remedio que atravesar la superficie helada, lo haremos a baja velocidad, sin cambiar de ritmo y, siempre que sea posible, sin girar el volante.
De no tener tiempo de reacción, la mejor maniobra que podemos realizar es mantener la velocidad y también mantener la calma, intentar sobrepasarla sin girar la dirección (si hay que hacerlo que sea de la forma más suave posible).
Un consejo muy a destacar es que, si en tu zona de residencia habitual las heladas y la nieve son “producto típico de la zona”, unos neumáticos de invierno te podrán sacar de muchos apuros. Aunque no lo creas, este tipo de neumáticos mejoran (y mucho) la adherencia cuando el pavimento se encuentra por debajo de 7 grados. Por tanto, si circulas habitualmente ante situaciones tan complicadas como el hielo o la nieve, deberías de invertir unos cuantos euros en calzar decentemente tu coche. Está más que demostrado que es una inversión rentable para climas fríos (te recordamos que mientras utilizas tus gomas de invierno, las de verano no las desgastas); de hecho, en muchos países fríos su utilización es obligatoria.
Fuentes:
Fotos | samiylenko, yocamon, fotojog